"Mi papá"

-“Mi papá”
Vinicio Jarquín C., 10 de abril de 2013

El 9 de abril de hace 9 años, sin ser fecha cabalística y sin ser esa la razón por la que escribo, mi papá se sintió mal y llamó al doctor, quien le pidió que fuera al hospital para unos exámenes. Una vez ahí decidió dejarlo para observación.

Al día siguiente todo el “cosmos” y el cielo mismo, estaban trabajando por el desenlace que ya muchos conocen. El hígado, que no siempre fue cuidado con cariño, empezó a fallar dándole una sensación de embriaguez o borrachera, conocido como encefalopatía. El páncreas no parecía estar muy contento con la situación vivida y decidió hacer lo que “él” llama un paro pancreático.

Y así, sin saber exactamente cuál de los dos fue el responsable o cuál de los dos fue el encargado, se apagaron los sistemas vitales y papá dijo sí al llamado que seguramente estaba escuchando, murió.

Era el 11 de abril, la Semana Santa del 2004. Tres días antes de cumplir los 65 años y un poco menos de un mes antes de que naciera Jimena, la hija mayor de mi única hermana.

Yo estaba fuera por vacaciones. Encontré varias llamadas perdidas en mi celular. Al llamar a Norman me dijo: “Vinny, papá se ha quedado dormido”; ¡momento duro!. Cogimos nuestras cosas y regresamos a San José en poco tiempo para poder estar en todos los “despelotes” que todo esto trae y empezar a vivir, con mi mamá y mis hermanos, lo que nos esperaba; sin saber si tendríamos las fuerzas necesarias para afrontar la situación. Aunque ciertamente mi apoyo era Luis Fer, que finalmente fue el apoyo de muchos y el soporte de Mima en los días que vendrían.

Fue un momento duro, tal vez muy duro. Fue sorpresivo; fue encontrarnos de frente a la realidad de que los padres pueden morir algún día. Fue darse cuenta que no eran eternos. ¡Y cómo saber esto antes de que sucediera!, imposible.

Fue doloroso; pero no insoportable. Fue sensible y de mucho pensar; pero que todos aceptamos con la misma fe que siempre hemos tenido y sabiendo que nada se mueve si no es por la voluntad de Dios, como parte de un plan perfecto.

Y ¿Cómo era él?. Muchos de nuestros amigos lo conocieron y por lo tanto saben la respuesta para esa pregunta; pero para los que nunca tuvieron contacto con él, les voy a comentar un poquito.

Sus compañeros de trabajo lo apodaban “el lobo”. Los de cargos altos en la empresa tenían libertad de llamarlo así delante de él; los subalternos y empleados no tenían tanta confianza ni permiso para tal “falta de respeto”, entonces sólo usaban el sobrenombre a sus espaldas.

Tenía cara de “pocos amigos” o de muy “enfadón”; pero aunque llevaba ese apodo, ciertamente era al contrario del cuento, “era una oveja con piel de lobo”. Era gracioso cuando se lo proponía; pero era simpático aunque no se lo propusiera.

Logró establecer y mantener una relación personal, directa y singular, con muchos de nuestros amigos de infancia y juventud; incluso también con nuestros “compinches” de adultos; poniéndoles sobrenombres cariñosos a muchos de ellos; una linda relación entre él y cada uno de ellos, de manera individual. Francamente a los únicos que no les fue muy bien fue a los “innumerables” o “incontables” novios de Vil. Pobres “muchachos”!, si sufrieron!, ja ja. Pero el resto lo disfruto, ellos incluso hoy en día lo recuerdan con cariño.

Era muy común ver mucha gente en casa. Todos nuestros amigos venían para hacer reuniones con nosotros, porque a papá le encantaba tener la casa con bulla y gente. Muchas o muchísimas veces pedía comida para todos y repartía cosas de comer y demás. Recuerdo que alguna vez llamó y preguntó: “mae, ¿les llevó comida?”, por supuesto que respondí que sí, y dijo: “¿Cuántos son?”, éramos como 30 y apareció con 40 hamburguesas de Burger King. Lo cual no era extraño porque nunca en comida para todos y para otros, era un monto alto para él.

Disfrutaba saber que en Semana Santa o vacaciones, cuando nos íbamos para la casa de San Isidro, la de Barranca o la de Turrubares, le dijéramos cuales amigos nos acompañarían. No importaba la cantidad de gente, no importaba el monto, no importaba el gasto, no importaba el transporte, no importaban las camas; él lo resolvía todo; siempre lo resolvía todo; lo que realmente importaba era que sí fuéramos todos y/o que fuéramos más.

Una vez ahí, la historia se repetía. Se iba al pueblo y aparecía con cientos de frutas, helados, cocas, tacos, hamburguesas, etc.; lo que fuera que sirviera para llenar la pansa a este montón de chiquillos y sus muchísimos amigos. Incluso los muchos que podían llegar a pasar el día.

En las noches en la finca, ya todos más grandes, armábamos fiestas grandes, entre nosotros, nuestros amigos y otros amigos del pueblo; muchas de ellas gracias a su “patrocinio”. ¿Y él?, él feliz de ver gente en la casa.

Era un hombre alto y moreno, aunque había dejado de ser tan delgado como en su juventud. Era un hombre capaz de hacer lo que quisiera, de mover las masas y las minorías. Era poderoso y eficaz, era capaz de lograr lo que quisiera y en cualquier lugar; tenía el poder para resolver cualquier problema y para apoyarnos en lo que decidiéramos, y también solucionar nuestros problemas.

En fin, más o menos así era El Lobo. Un hombre nacido y casado en la primera parte del siglo pasado. Un hombre de costumbres viejas que sus hijos no entendíamos; pero que logró una buena relación con sus hijos, a pesar de los pleitos (ja ja), armó una excelente relación con su suegra y cuñados; construyó un lazo estable e irrompible con su suegro. Amado por sus compañeros de trabajo, respetado por sus empleados y subalternos; apreciado por nuestros amigos; y honrado por la mujer a la que él trató, dentro de su forma de ser, como la reina que siempre mereció tener todo lo que él pudiera darle.

A grandes rasgos, ese es o fue El Lobo, nuestro lobo. Murió hace 9 años, antes de Jimena y Santiago, quienes lo conocen perfectamente por nuestros relatos.

A quienes me conocieron en este periodo de nueve años, quiero decirles que lo único que han perdido de mí, es la oportunidad de haberse sentado a disfrutar a papá. Era genial!.

Para terminar, tengo que decir que mucho de lo que soy es por él y en mucho también me parezco. Supo conocerme y pudo saber cómo era y que vida vivía; pero lo más importante de todo es que en muchas oportunidades demostró que me respetaba.

Gracias Pá, feliz 9 años de vida en abundancia.









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