¿Cómo estuvo el TAC y por qué?

¿Cómo estuvo el TAC y por qué?
Vinicio Jarquín C.
24 de marzo de 2014

Hace unos días empecé a sentir que mi salud no estaba buena, así que corrí al especialista para su evaluación. Me mandó ultrasonido y exámenes de laboratorio, y todo parecía estar bien; pero era obvio que uno de los órganos estaba sangrando levemente. Me hizo dos grandes exámenes en su clínica, y arrojaban el mismo resultado: "algo está raro, y no sabemos qué", entonces me programó para un TAC, mismo que me hice esta tarde en el Hospital Cima, y que junto con otra serie de exámenes de laboratorio y cultivos, le llegarán esta semana para una nueva valoración.

Esta mañana me levanté más temprano que otros días, tal vez un poco tenso por la experiencia claustrofóbica que sabía que pronto viviría, como ya me sucedió el año pasado y también documenté; pero también por que el hospital requiere que sea en ayunas de seis horas, sólidos y líquidos, y necesitaba desayunar temprano.

Al ser las 9:30, ya casi listo para salir a trabajar, me -entró- angustia y un poco de lo que se podría llamar "depre", sin considerarme realmente deprimido. Así que un par de pastillitas de Tilo, música suave y volver a la cama a dormir una hora más, fue la solución perfecta. Después salí a trabajar un par de horas, y finalmente para el Centro Radiológico.

Cumplí con todos los requerimientos, formularios llenos y presenté los exámenes de laboratorio que decían que yo no era alérgico a esa sustancia que meterían por mis venas para lograr imágenes claras, en el aparatejo que seguramente ya estaba esperando para devorarme. 

La vez anterior que me hice una Resonancia Magnética, fue hace casi un año, porque mis vértebras habían pellizcado un nervio y me tenían imposibilitado el brazo. Pasé como treinta minutos metido en esa gran máquina, tratando de sobrevivir al monstruo que me comió, y ese era el más grande de mis miedos; tratando de no recordar lo vivido por los mineros chilenos.

Pedí a mi grupo de amigos del seminario Insight que me enviaran buenos deseos, vibras positivas y oraciones. No sabía qué era lo que realmente necesitaba, si que en los resultados saliera algo para poder ser operado, o que no saliera nada para que me trataran químicamente; así que no pedí nada específico; y hasta donde tengo entendido y pude leer luego que salí, se creo una gran red de amor.

No quería alarmar a mis amigos de Facebook, así que como no tenía mucho tiempo para explicar, no pondría nada; pero cambié de opinión mientras esperaba a ser llamado; y por dicha lo hice, porque en estos momentos te das cuenta que hay mucha gente que se preocupa por vos.

De pronto escuché mi nombre pronunciado por una señorita/señora, enfermera/radióloga; y Luisfer y yo caminamos hacia ella. Le preguntamos si podíamos entrar los dos; pero dijo, dirigiéndose a él: "No, solo puede pasar el paciente, porque en esa área no hay donde pueda esperarlo; pero tranquilo, yo se lo cuido".

Desde ese momento pude darme cuenta que no estaba frente o junto a una persona normal, ya podía ver o sentir en ella una vibra distinta, algo raro, algo especial; aunque mi amiga Quecha diría: algo -mágico-.

Caminamos por un pasillo, alejado de visitantes y no muy transitado por el personal de salud. La muchacha me explicó que no podía dejar entrar a -mi amigo- porque en esa zona se concentraban altos índices radiactivos. Estaba Radioterápia, Radiografías, Resonancias, TACs y medicina nuclear; o algo así. La verdad es que mi nerviosismo no me hace guardar muy bien sus palabras.

Continuó hablando mientras sostenía la perilla en su mano, explicándome que ellos mismos tratan de caminar lo menos posible por ese sector. Yo trataba de verla a los ojos mientras me hablaba; pero no podía alejar mi mirada de la manija de la puerta. Sabía que una vez que la girara ya no habría vuelta atrás. Ya estaríamos en la jaula de la gran máquina, que aunque no fuera la misma, según yo sí era del mismo modelo, tamaño y color, de aquella que una vez me tragó vestido de ratón, y luego me escupió en las mismas fachas, bata en el pescuezo, medias y calzoncillos; mismos que por supuesto combinaban perfectamente, valga decirlo.

Finalmente, separó su mirada de mis ojos, volvió su cuerpo a la entrada, giró la perilla y empujó la puerta. Casi sentí ganas de llorar. Ahora podía ser testigo de la diferencia entre el monstruo que hace la Resonancia Magnética, y esta dócil máquina que, de manera digital, te rebana en tajadas de 0.6 milímetros.

Aquí también había una camilla que formaba parte del equipo; pero no tenía esas rejas que te sostienen como metido en un casco de fútbol americano, ni es tan grande y profunda que te traga para que luego su vómito seas vos. 

En esta, la camilla pasa por un arco que estará girando a gran velocidad, pasando por ella desde la pelvis hasta el pecho. No está interesada en tus piernas, al menos no en mi caso, ni quería hacer rebanaditas de mi cerebro. Esta no me tragaría; esta no me asustaba; ya no estaba tan estresado.

Me sentía muy tranquilo; primera vez que estaba calmado durante el día. Me volví hacia la muchacha, y le comenté mi alegría. Ella estaba con una gran sonrisa y pude ver, por vez primera, como de ella salía algo parecido a luz. Era un testimonio andante, era un ángel. Estoy seguro que fue a su cuerpo y su ser, donde cayeron las muchas bendiciones que mis amigos me enviaban. Pude ver que ella era el ángel que Dios enviaba para que me atendiera. Estaba, sin lugar a dudas, en la antesala del Cielo, en una especie de santuario, bajo el resguardo del mensajero del Señor.

Me tomé mi tiempo para explicarle lo que ella me hacía sentir. Siempre he considerado que soy bueno describiendo en mis relatos; pero temía que esta vez las palabras necesarias o exactas no salieran de mi boca; pero no fue así; el don estaba ahí.

No me interrumpió durante los minutos que utilicé para decirle la sensación que me causaba, y la paz que sentía de ella y del lugar en el que me encontraba. Pero nada de esto era nuevo para ella, ya lo sabía, ya se lo habían dicho; ya lo había vivido.

Me dijo entonces que cuando Moisés recibió las tablas de la ley por segunda vez, quedó tan lleno de Dios que tuvo que cubrir su rostro, porque la gente no soportaba o toleraba verlo, en su maravilloso y glorioso resplandor por haber estado en contacto con Dios.

Me dijo que debemos ser como palomas, y me explicó que las palomas son comparadas con el Espíritu Santo porque no tienen bilis, y no pueden enojarse; y que así deberíamos ser nosotros. Los minutos seguían pasando; pero ella no estaba apresurada. Me explicó que los ángeles son mensajeros de Dios, que existen aquellos que tienen dos alas, hay de cuatro y hasta de seis.

Me dijo el nombre de su ángel guardián y me explicó que ella lo tiene identificado físicamente y con nombre. Que cuando escogió, lo hizo por ser muy hermoso, para que la acompañara siempre.

En este momento, una vez que terminamos, me pregunto si esa mujer siempre será así; si verdaderamente trabajará en el Cima San José, o si no será más bien una mensajera en misión especial. De ser así, no soy quien para decir que no soy merecedor de la gracia de Dios para el trato recibido hoy. O bien, si es una mortal más como yo, igual aceptó la amabilidad de Dios de escuchar las oraciones de mis amigos, y hacer que mi momento amargo lo viviera como estando en la antesala del Cielo. Ese es el lugar ideal para morir; pero para mí fue para vivir.

Alguna vez escribí que yo nunca moriría, porque la muerte no tenía poder sobre mi. Cuando vine a la tierra hace casi medio siglo, fue la vida la que vino a dejarme. Y no aceptaba que nada ni nadie viniera a recogerme, sino la vida misma. Por lo tanto, si ese hubiera sido el lugar de partida, estaría listo para ser llevado por quien algún día me trajo.

Pero no, no era para tanto, y aquí sigo estando.

Me pidió que pasara a un cuartito pequeño, que me quitara la ropa y que me dejara únicamente las medias y los calzoncillos, salvo que estos tuvieran broches. Pues no, ni tenían. Jamás hubiera seleccionado, para un TAC, prendas íntimas con broches, hebillas, botones o zippers; así que en calzoncillos, medias y una batilla de papel, salí; al mejor estilo de "Fashion Emergency".

Al salir, vestido como dije, con lo poco de mí que quedaba, sin ropa; y sin reloj y anillos que habían quedado en casa, y luciendo esa gabachita muy venida a menos, le dije: "He perdido todo el glamour, aunque intenté ponerme la prenda lo más elegantemente posible, no lo he logrado; he quedado en nada". Me dijo que pensara que era Spartacus. Le dije que él tenía dos que tres músculos más que yo; y su respuesta fue: "nada que la medicina actual no pueda corregir". Me pregunto cómo harán los médicos para marcar un cuerpo de cincuenta años de delgadez, o cómo harán para cuadricular el gran cuadrote que ya tengo; en fin, eso no importa ahora, y la verdad nunca ha importado.

Me acosté en la camilla, y ella me explicó todo el procedimiento. Me dijo cuántas veces pasaría por el arco o el círculo, que harían en cada pasada, cómo me sentiría cada vez y cuáles serían los efectos secundarios que tendría al estar ahí. Me dijo que el primero de los efectos era un sabor a herrumbre en la boca; pero que casi nadie lo sentía; yo sí.  Que el segundo, que algunas personas experimentaban, eran nauseas por unos minutos, en una de las pasadas por el círculo; lo sentí.

El tercero de ellos era como un calor en todo el cuerpo. Que era como agua caliente, más caliente que tibia; pero sin quemar, que bajaría desde el cuello hasta quedarse un rato cerca de los genitales. Que sus pacientes lo disfrutaban y lamentaban cuando esta sensación terminaba.

Tratando de ser romántica o con creatividad narrativa, me dijo: "Es como si estuvieras acostado en la playa, de pronto viene una ola suave y baja, de agua tibia, y empieza a mojarte desde la cabeza, pasando por el cuello y espalda, siguiendo para abajo, hasta detenerse en la pelvis".

El romanticismo acabó cuando le dije: "¡Ah! Ok, como cuando uno se sienta en una bolsa de -miados-".

El tema acabó mientras sus carcajadas inundaban el lugar, y me reclamaba por haberle dañado su linda narrativa de la playa; pero le dije que la entendía perfectamente; pero que necesitaba sinónimos literarios para no copiar textualmente lo que ella me decía; y cambiamos el tema con la promesa de enviarle el link de esto que en este momento estoy escribiendo.

Continuó explicándome como funcionaba la máquina y que harían. Me dijo que sabía que el cuarto está muy frío; pero que ella lo prefería así, porque, en sus palabras: "esto me da la oportunidad de cobijar bien a mis pacienticos".

Acostado, con dos cobijas sobre mí, sacó mi brazo de debajo de ellas, me pidió que respirara profundo y me -clavó- una gran aguja por donde me suministraría el líquido que ayudaría a que las imagenes del TAC salgan claras y nítidas.

En ese momento le grité: "¡Ay!, hipócrita!. Mucho hablar del Espiritu Santo, para que en el primer descuido me zampara ese cuchillo en el brazo". Sus maravillosas risas volvieron a inundar el ambiente. No había forma que su dulzura disminuyera.

Al ver mi brazo pude notar que esa gran aguja no estaba colocada donde suele ser, el lugar en donde los laboratoristas se conectan para sacar sangre. Supuse que por ser un tema de entrada, y no de salida, lo hacían ahí; pero no fue así cuando me pusieron suero hace un par de semanas.

Me explicó que las venas -se cansan- de ser punzadas, se les hace callo o se esconden. Que es mejor usar venas poco usuales, que están menos a la defensiva, y que además deja las más evidentes para los médicos y paramédicos, y así, si tuviera una emergencia, las venas regulares estarían disponibles; ¡Qué maravilla de mujer!.

Me dio algunas pocas instrucciones más, me pidió que pasara mis brazos hacia atrás, que pusiera mis manos juntas para sentirme acompañado, y me los cobijó para que mi estadía fuera lo más amigable posible.

Me dijo que haríamos tres pasadas por la máquina. Primero sin contraste, sea lo que sea que eso signifique; luego una con contraste; y finalmente una tercera pasada diez minutos después del contraste.

Se despidió, y salió de la habitación que muy pronto se convertiría en un festín de neutrones y radiación, que no tenía ella que soportar. Además que sería quien controlaría el equipo desde un centro de control.

Traté de dormirme a ratos, y a ratos repetir las palabras de mi linda amiga Juliana, para estar en paz y comunión; aunque a cada rato mis pensamientos eran interrumpidos por la voz masculina (pregrabada), que decía: "respire profundo y sostenga", y luego "respire normalmente". Además del movimiento de la camilla que entraba y salía de la garganta de este menos agresivo monstruo, que a diferencia del anterior, no me hacía sentir tragado, más bien como un cono en la boca de un antojado.

A ratos sentía que pasaría hasta el otro lado; pero ese era un miedo que no tenía. Mi -ángel- me había explicado que eso no sucede; aunque por ser una máquina podría pasar; pero que no importaba, porque había espacio suficiente para que pasara yo, con todo y codos apuntando al cielo; y que del otro lado también estaba fuera.

En fin, el procedimiento transcurrió normalmente; terminamos.

Llegó a quitarme las cobijas, y me metió -conversona- mientras sacaba la gran aguja que hacía unos minutos me había puesto. Esperó a que me vistiera, continuando con una grata plática, y me acompañó afuera para entregarme, nuevamente, con Luisfer; mientras nos decía que no había visto nada extraño; pero que era mejor que mi médico dictaminara eso.

Nos despedimos, no sin antes que ella me pidiera mi número de teléfono para pasarme una imagen por Whatsapp.

Esta fue mi experiencia de hoy. Gracias a las oraciones de mis amigos y a la misericordia de Dios, me hice un TAC, que al principio me aterraba, y al final me hizo sentir estar en la antesala del Cielo. Siempre oramos por cosas específicas, cuando muchas veces deberíamos hacerlo en términos generales y dejar que el Señor actúe con base en nuestras necesidades.

¡Querida Milena!, si sos un ángel, gracias por venir; si no lo sos, espero que te toque atender a muchos pacientes, para que podás darles la atención que a mí me diste.

Qué Dios bendiga tu regreso a casa; sea donde sea que esta sea.

Buen viaje, y un vuelo seguro.

Vinny 










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