"El Mundial"

"El Mundial"
Vinicio Jarquín
22 de junio de 2014


Sé tan poco de futbol que antes de empezar a hablar de eso tengo que revisar si se escribe así o “futbool”. Sé tan poco de futbol que si me pongo a narrar el partido, a medio ensayo parecería que estoy hablando de básquetbol o voleibol. Estas dos últimas palabras también tuve que consultarlas con Wikipedia, lo que evidencia, definitivamente, que mi carencia no está en el fut, sino en los deportes en general.

Narrar el partido puede ser el mayor ridículo que podría tener como escritor; pero puedo hablar sobre orgullo, sobre logros y triunfos; y de eso quiero escribir.

Recuerdo haber puesto mucha atención a la cancha que nos correspondía, “no juera siendo” que brincara por los goles en contra y quedar en ridículo; también repitiendo en mi cabeza: “uniforme blanco, uniforme blanco”, intercalando mis pensamientos con “Navas de verde… Navas de verde”. Sí, eso es el fut en mi vida, muy poco y casi nada; pero jugaba la sele, mi sele. Nuestra bandera ondeaba en los estadios brasileños junto a miles de mis coterráneos que estaban para dar su apoyo a "los pollitos" que unos días antes enviamos vestidos como Dios manda y no como llegaron otros creídos de distintos rincones del planeta.

“Mis” muchachos están en Brasil dando todo por nuestra nación. Están en una contienda internacional, mundial, planetaria; como querás llamarlo. Están vistiendo nuestros colores y logrando victorias para nuestro país. Y sabemos que cuando regresen, sus resultados serán de todos y para todos. Sea como sea, son nuestros muchachos, son nuestros ticos; son esos “chicos” que nos han puesto a brincar, a gritar, a llorar…; son ese grupito, esos embajadores del deporte que se han ido al sur de América a participar, a luchar, a ganar. Son esos que hicieron que nuestro presidente, vestido con la roja, se levantara de su escritorio y saliera corriendo hacia la fuente de la Hispanidad, porque estaba seguro que ahí encontraría a quien abrazar y con quien celebrar.

Eso es lo que pasa en Costa Rica, eso es lo que estamos viviendo los que nos hemos quedado en casa, y mucho de lo que están viviendo aquellos que, chuicas en mano, se fueron para las tierras del sur.

Hoy por hoy son el orgullo de toda una nación; porque somos el orgullo de muchas más naciones que nos quieren y que nos respetan. Hoy por hoy hemos silenciado las bocas de muchos que hablaron paja antes de que todo esto empezara, y han tenido que disculparse en público.

Fuimos atacados en el “Grupo de la Muerte”, nos dijeron que lucharíamos contra tres grandes titanes, invencibles, de tierras inconquistables; una tarea que muchos o casi todos nos daban por perdida, y hasta nos enviaron sus burlas desde esos países y desde otros como México.

Nos enfrentamos con el primero de ellos y nos metió ese primer mortal gol que nos anunciaba la derrota y el pronto regreso a casa con una leyenda que dijera: “gracias por participar”; pero no, como cuando le tocás los “güevos” al tigre, nuestro equipo se volvió a ese que se atrevía a meterle un gol a los ticos, lo miró a los ojos, caminó hacia ellos y le dio una lección de tres goles seguidos. Con nosotros no se juega, como dice el Presi. ¿Quién es el tigre?, ¿De quién eran los güevos?, los que tocaron y los que tenemos.

El mundo entero se quedó en silencio, nadie lo podía creer, tal vez ni nosotros los que estábamos en Tiquicia con taquicardia; pero así era.

Empezaron a llegar las disculpas tímidas, aunque todavía no los comentarios de felicitación.

Y entonces, aquellos que ni nos volvían a ver antes o durante la competencia; aquellos que ni sabían como se escribía el nombre de nuestra nación, o el nombre de nuestra capital; aquellos que no imaginaban donde estábamos geográficamente; empezaron a vernos poco a poco, aunque al principio lo hicieran de reojo; pero lo hacían.

Ya sabían quienes éramos y empezaban a conocer un poco de nosotros; aunque los italianos, que eran los próximos en enfrentarnos, no conocían a ninguno de nuestros jugadores; no midieron bien al rival; pero les llegó el momento.

Pronto sonaría el pitazo que indicaba que empezaríamos a luchar contra la selección italiana. Y pasara lo que pasara, nos iríamos, en el peor de los casos, con el orgullo de haberle ganado 3 a 1 a la selección uruguaya; pero de todos modos estábamos dispuestos a tener un buen partido contra el cuatro veces campeón mundial.

Salieron a la cancha, salimos a la cancha; se cantó tímidamente el himno de italia; y se coreó y gritó el himno de Costa Rica desde cada rincón de la Arena de Pernambuco, en Brasil.

Los miles de costarricenses con el acostumbrado "oe, oe, oe". Italia tratando de defender y atacar; Costa Rica procurando defender e intentando atacar; hasta que llegó ese -primer- gol de Bryan Ruiz; ese único gol que pudimos meter; ese único gol que hubo en el partido. Le habíamos ganado a los italianos.

Y así, frente a todo pronóstico y ante la mirada de terror del planeta entero, nos traíamos al suelo al segundo y al tercero de los gigantes mundiales en materia futbolística.

Con un 3 a 1 nos apeamos al primero, y con un uno a cero nos tirábamos a los dos restantes que, junto con nosotros, formamos el grupo D, el llamado Grupo de la Muerte; la Cenicienta del Mundial demostró de qué está hecha, y a qué vino al Sur.

Aquí algo pasa, esto no es suerte; Costa Rica reclamaba el puesto número uno del grupo en el que nos colocaron en el último lugar. Nadie tiene tanta suerte en dos partidos seguidos en un mundial, en la Copa Mundial de Futbol. Aquí hay algo más, no es suerte, eran ticos dando todo y haciendo lo que venían a hacer.

Era un equipo de ticos que vinieron a luchar, y lo estaban haciendo; vinieron a ganar, y lo estaban haciendo. Sólo un gol, sólo uno se necesitó para traerse al segundo gigante al suelo, y con él al restante, como quien juega boliche.

Y así, sin más ni más, Costa Rica le dice a Uruguay: "No sos vos, soy yo"; le hace saber a Italia: "No es suerte, esto vinimos a hacer"; y mandarle un mensaje claro a Inglaterra: "Muchas gracias por participar, más suerte la próxima vez". 

El mundo entero, incluyendo las altas esferas de la Fifa, habían levantado una -tarjeta roja- para Costa Rica; pero nosotros sabíamos que no era nuestra, y se la entregamos a quien verdaderamente la merecía.

Logramos hacer historia; pudimos hacer que las babas cayeran de las bocas atónitas de los estadistas mundiales; nos tiramos al suelo a dos gigantes a puñetazos, y a otro por descarte.

Siete mundiales han ganado entre ellos tres; pero eso no nos importó. Hemos dejado claro que ni nuestra historia -pasada- nos daba miedo, ni la suya. Les probamos que ni nosotros somos lo que antes fuimos, ni ellos tampoco.

"Logramos", me incluyo por orgullo, hacer que el planeta entero supiera quienes éramos. Logramos que ahora si nos vieran a los ojos, porque nosotros los estábamos viendo a los suyos; logramos que la afición internacional con sede en Brasil, hicieran suyo nuestro equipo.

Logramos que supieran de nuestra presencia, de dónde vinimos y en qué parte del mundo vivimos. Logramos que supieran a qué vinimos; logramos que supieran qué hacemos, cómo somos, cómo se llaman nuestros jugadores, cómo jugamos.

Logramos que supieran qué teníamos claro, a qué vinimos a las tierras del Brasil.

Hemos venido a participar al mundial. No sabemos si para ganarlo o no, eso nadie lo sabe; pero si llegamos a pasar a las segunda ronda, la primera es poco para un equipo como el nuestro.

No sé hasta dónde iremos a llegar; pero no nos conformaríamos con la primera etapa. Teníamos que demostrar que el Grupo de la Muerte no nos aterraba.

Vinimos a pasar y hemos pasado. Sí, estamos escribiendo historia; y todavía no hemos terminado.

Soy Vinicio Jarquín, y mi Sele está luchando con valor en el mundial.

Continuará...



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