"Hijo de una -callejera-"

"Hijo de una -callejera-"
Enero 24 de 2013

Mis papás se casaron muy jóvenes, cuando ella recién llegaba a la mayoría de edad, y a pocos meses de quedar embarazada por primera vez.

Acababa de finalizar la primera parte del siglo pasado, otros tiempos vivía Costa Rica, y otro el comportamiento que se esperaba de una mujer de esa edad que ya había entrado a la vida formal; pero las cosas serían diferentes para este matrimonio, y la señorita "modocita" que mi papá había escogido por esposa, aunque sí fue señora y dama, le salió un poco chueca y callejera.

Tal vez si él la hubiera conocido de niña habría imaginado que sería una mujer muy activa y que ni la vida en familia, ni las responsabilidades, la iban a ser formal.

Uno o dos niños ya tenía, no lo recuerdo, cuando consideró que si él conducía, ella también podría hacerlo. Cogió el carro y niños, y se fue para la calle sin tener ninguna preparación automovilística previa. Fue mucho el susto que sintió al saber que por la noche tenía que regresar manejando; pero lo hizo.

Fue ese el detonante para que le enseñaran más detalles en la carretera y para que mi papá le ayudara a conseguir su licencia.

Que lindo él!, y que "pollo" fue al no darse cuenta que eso era soga para su pescuezo y el primero de sus muchos dolores de cabeza; así como el motivo constante, y casi única razón de sus diferencias. La apoyó a convertirse en "una callejera".

El deseo de conducir no acaba ahí, quería probarlo todo y manejar cuanto chunche pudiera; carros, carritos y carrotes; así como herramientas domésticas, caseras y profesionales.

Jugó con herramientas de fontanería y carpintería, y con el apoyo de mi papá armó un taller profesional para ebanistería; tan solo para jugar y disfrutar la vida.

Aprendió bien de carros, de piezas, de precios, modelos y reparaciones; compitió en carreras e hizo piques ilegales y chillonazos de llantas cuando nos llevaba a los bailes de colegio o de grupos de amigos en nuestra adolescencia.

Sí, ella fue el dolor de cabeza de mi papá; pero también fue su fuerza y fortaleza. No exigió más de lo que debía; pero ciertamente fue la gran mujer detrás del trono.

No le tuvo miedo a los peligros personales ni a los que nosotros corriéramos en nuestras actividades de niños o jóvenes.

Disfrutó de nosotros, de cada uno y en cada edad, poniéndose a nuestro nivel muchas veces, aunque eso hacía que papá deseara verla madurar algún día.

Todo esto lo hablo en pasado porque él ya no está; pero ella sigue siendo la misma niña fuerte y estable, y todavía, a sus 71 años, sigue siendo aquella "callejera" que papá apoyo y ayudó a crear.

Fue y es "un gato". No porque tenga muchas vidas, porque de ser así todavía las tiene todas; sino, porque cayó de pie cada vez que resbaló.

Algunas veces nos hace pensar que ya está a punto de "sentar cabeza" cuando dice que no le gusta manejar con lluvia o hacerlo de noche; pero rápidamente nos da un "porrazo" de realidad cuando la vemos salir con un gran aguacero o llegar pasadas las nueve de la noche.

Son muchas las historias que se cuentan de niña, y aunque ciertamente ninguno de nosotros fue testigo de ellas, no podemos no creerlo cuando sí hemos estado presentes en cosas que hizo o hace.

En los primeros años, con cartera en mano y chiquillos brincando por los asientos, se iba a la calle en busca de su madre, de sus mandados o de las muchas empleadas que fuimos a buscar durante muchos años, por cuanto puto pueblo había en San José; para regresar a casa, ya entrada la noche.

Cuando la tecnología entró, mi papá se apoyó en Milicom y le instaló en su carro un teléfono del tamaño de un tocadiscos. Al principio eso parecía ser suficiente para tenerla ubicada, aunque fuera lejos de casa. Luego llegaron los teléfonos celulares y era fácil poder localizarla. Ahora nosotros estamos pensando en la posibilidad de instalarle un GPS al carro, por su seguridad.

La verdad es que ella no va a cambiar y mis sobrinos disfrutan de una abuela como fue la madre que nosotros tuvimos. Es fácil creerla capaz de cortarle las colas a una compañerita de escuela y dale crédito a aquellas historias que cuenta su madre, de como bañó en el caño a un niño de su edad que no podía defenderse.

No es ilógico pensar que sea verdad aquel relato de como espantaba caballos y carretón de los hombres trabajadores que parqueaban para tomarse una cerveza en alguna cantinilla, luego de un día de labores.

No es extraño, todavía, escuchar uno que otro chillonazo de vez en cuando, cuando le da la gana.

En fin, mucho luchó mi abuela para que tuviera "jundamento", así como fueron innumerables los "pleitos" de mi papá por formalizarla y tal vez ayudarla a madurar; pero ninguno logró mayor cosa.

Por dicha no pudieron, porque sus anécdotas y su vida han sido uno de los ingredientes maravillosos para que nuestras vidas sean como son. Y algún día, con más tiempito, las documentaré.

Soy Vinicio Jarquín y tengo una madre de carreras, en todo sentido.




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