Mami se apaga

Vinicio Jarquin
7 de julio de 2016

Mi abuelita tiene 101 años y con un control casi total en su vida; pero poco a poco, o tal vez últimamente más acelerado, se puede notar cómo va soltando sus pétalos y haciéndonos sentir que ya es hora de dejar que su alma vuele y así cerrar su ciclo y tal vez el nuestro. 

Aparentemente sin problemas de salud, y muy poco se desconecta de la realidad, y cuando así lo hace pareciera que es intencional para encerrarse un rato consigo misma o poniendo en pausa su vida, como para economizar sistemas vitales. 

Qué diferencia con aquellos años de juventud en los que sabemos que algún día pasaremos a una vida con el Creador, pero que no queremos que sea todavía y mucho menos que sea un proceso duro o terrible. Pero ella a su edad, ya no teme el momento en que Dios la llame, solo se sienta a esperar que suceda mientras por los inmensos ventanales de su sala de estar el sol entra no tímidamente y se escucha el sonido del viento en las ramas de los árboles de los tres patios que encierran este lugar que hace unos cuarenta años me era prohibido entrar. 

Se sienta en el sofá, tal vez a pensar o solo a dejar pasar el tiempo, rodeada de esos muebles altos y formales que eran tierra prohibida en nuestra niñez, y acompañada de cientos de adornos de sus viajes o traídos por sus hijos y nietos en cada una de sus andanzas. 

Son tantos los recuerdos que está casa me trae, y es tan sensible ver cómo cierra sus ojos y se queda dormida, en un momento de su vida en el que ya no tiene mucho que decirme, y que decidí guardar silencio, y solo acompañarla un rato mientras dormita de manera intermitente. 

¿Se estará apagando o solo es que la vida es así para la gente de su edad?, no lo sé; pero recuerdo cuando jugábamos juntos, cuando me arrastraba sentado en una cobija, cuando me dejaba entrar a las áreas prohibidas de su casa, cuando me cuidaba mientras mis papás viajaban, y la vez que a escondidas de mamá y papá me llevó al dentista. 

También recuerdo una vez que me quedé a dormir, les juro que siendo muy niño, y algo pasó en la madrugada que hizo que mi cama amaneciera orinada. 

Ella entró al cuarto y me dijo:
- Diay Vini!, ¿qué pasó aquí?
- No sé
- Seguro cayó una gotera
- Ah!, si, eso fue, claro. 

Nunca me hizo ver que esas cosas no suelen suceder ni en una casa como la suya, ni mucho menos en verano. 

Quisiera tener mejor memoria y recordar más momentos vividos de los cientos o miles de días que compartimos juntos; pero supongo que poco a poco irán apareciendo esos recuerdos. 

Hoy no quise tomarle una foto o hacer un selfie porque no anda peinada; pero si capturé sus manos para recordar cuando me cocinaba cosas que me gustaban, o cuando me daba una palmada o palmadita. 

Una vez le dije que hiciéramos un trato, que cuando alguno de los dos muriera, el otro diría improperios en el funeral, para que fuera divertido y alejar el dolor; pero al parecer, aunque nunca se sabe, las cosas se darán según se espera y ella partirá primero, y si llegara a pasar así tendré que romper mi promesa, porque desde ya tengo lágrimas en los ojos. 

Fue una mujer tan fuerte y tan "controladora" en el buen sentido, y hoy es tan frágil e indefensa. Fue tan decidida que hoy duele ver cómo tiene que sujetarse a instrucciones de cuidados y a la atención de las muchachas de la casa.

Hoy por hoy todavía reúne a la mayoría de sus hijos alrededor de su mesa al menos una vez por semana; y a diferencia de su hermana que sobrevivió a todos sus hijos, mami nunca ha tenido ese dolor, porque tampoco ha muerto alguno de sus nietos. 

¿Se está muriendo?, no. Solo siento que las rayitas de su batería están bajando y casi empieza a sonar el pito de "Low Battery"; pero no lo sé. Tal vez su sistema operativo ha empezado a desconectar algunas aplicaciones de alto consumo para poder resistir el mayor tiempo posible. 

¿Dejó de estar al control de todo?, no. Pero con algunas aplicaciones apagadas o de vieja actualización, requiere de ayuda externa para poder seguir funcionando. 

¿Cómo me siento? Totalmente sensible, con lagrimas tratando de salir porque hoy puedo decir que mi abuelita está viejita. 

Para muchas personas este proceso de despedida de nuestros ancianos, abuelos o padres, puede ser normal porque ya han pasado por ello; pero es nuevo para mí y hoy casi lloré cuando me dijo un par de cosas de poco sentido, o cuando pensó que era hora de desayuno siendo las 12:30 del medio día. 

También me entristece mucho verla como se duerme en el sillón de al lado, se despierta, se disculpa y nuevamente cierra sus ojos y duerme de nuevo. Principalmente porque nunca dejó que la vieran dormir, y ahora no importa tanto, o no importa nada, como muchas otras cosas ya han dejado de importarle. 

Si se queda un rato más seguiremos disfrutando de su humor y picardía; pero si es llamada pronto igual estaré agradecida por haberla disfrutado más de medio siglo y porque ella vivió saludable más de una centena de años. 

¡A Dios sea la gloria!


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