Mi Ángel

“Mi Ángel”

Vinicio Jarquín C.
30 de diciembre de 2016



Cuenta la historia que Luca era un hombre joven de unos 22 años que ya vivía por sus propios medios económicos en una de esas ciudades latinoamericanas llenas de edificios en donde la población instala sus hogares en el centro, sin tener que desplazarse mucho hacia o desde las afueras.

Se había mudado desde las zonas rurales en donde vivía con sus padres y hermano, para estudiar la carrera que finalmente terminó, y que ahora le ayudaba a pagar sus gastos de manera holgada, aunque para lograr terminarla se aprovechó de sus atributos físicos para modelar productos masculinos para revistas, práctica que ya había dejado atrás desde hacía algunos meses. Sin embargo extrañaba un poco no estar frente a las cámaras y las luces, y de alguna manera eso lo estaba haciendo sentir solo, aunque no tenía ningún problema financiero o de aceptación social.

Extrañaba un poco a quienes quedaron atrás, a horas de distancia, pero no por eso pretendía volver porque ahora su trabajo estaba en la ciudad y un regreso era poco probable porque la carrera que estudió en el área de finanzas no le ofrecería un puesto interesante en el lugar en el que antes vivió.

Una noche fría en el último mes del año, vino a su mente unas de esas preguntas que muchas veces algunos de nosotros nos hacemos: ¿Qué estoy haciendo en la vida?, ¿Por qué me siento tan solo?, y acompañado de una copa de vino blanco se quedó dormido en la alfombra de la sala de su moderno apartamento en el piso 17 de una de las tres torres habitacionales que tenían vista al Parque Central; mientras a la distancia se escuchaban los pitos de los carros, algunas sirenas y tal vez un poco de música callejera que entraba por el balcón que tenía las puertas abiertas.

No pasaron muchos minutos antes de que empezara a soñar, tal vez dándole vueltas a esas preguntas en su cabeza y sintiendo el viento frío que lo hizo asumir una posición casi fetal. No tenía respuestas y no tenía a quién preguntarle, hasta que escuchó una voz en su cabeza que decía: “Luca, mi querido Luca. No estás solo, siempre he estado  con vos, no te he dejado ni un momento. Te acompañé desde que naciste y mientras crecías en el campo; te cuidé, te enseñé, y te traje a la ciudad. Te di lo necesario para pagarte los estudios y hoy incluso sigo a tu lado. Te estoy soplando para que te acurruqués y para que así me sea más sencillo abrazarte; y en todo este recorrido he puesto ángeles en el camino para que no estés solo”.

De pronto la bocina de un carro lo hizo despertarse repentinamente; se levantó, cerró las puertas y cortinas del balcón y se acostó en su cama para continuar durmiendo, cosa que no pudo hacer porque ya estaba desvelado y ahora no podía dejar de pensar en las palabras que alguien había puesto en su cabeza: “Luca, mi querido Luca…”.

Ahora entendía que todo tenía sentido y que era muy probable que su vida formara parte de un plan perfecto, pero ¿quién será el Ángel que pusieron en mi vida?, y empezó a repasar uno a uno los movimientos que recordaba en sus pocos 22 años de vida.

¿Mamá?, Claro!, pero la mamá siempre es un ángel en la vida de todas las personas, eso no sería algo especial, es algo normal que fue instaurado desde el principio de los tiempos. ¿Papá?, puede ser porque no podría imaginar haber tenido uno mejor, un hombre tan trabajador y aunque de poca preparación educativa siempre tenía la palabra correcta cuando teníamos problemas; alguien que aunque estaba trabajado y cansado por el sol, nunca se negó a dar un abrazo o una muestra de cariño. No, tal vez no es papá.

¿Mi hermano Daniel?, es otra posibilidad; porque aunque le llevo dos años y todavía está allá con –los viejos- siempre ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Un compañero de juegos de infancia y de compinchería en la adolescencia, el mejor hermano que se puede tener siendo la persona en la que más confío.

Pero el asunto no debe ser tan fácil, pensó, debe ser alguien más. Puede ser la abuela o el abuelo, sí, tal vez; pero rebusquemos un poco más en mis recuerdos de vivencias, porque me encantaría saber quién es ese ángel especial que Dios ha puesto en mi vida para cuidarme o para hacerme sentir bien.

Luca ya no podía dormir, ahora menos que nunca porque no estaría tranquilo hasta descubrirlo. La señora de la tienda del primer piso del edificio, que me dio crédito en los momentos difíciles recién me pasé y que constantemente me está regalando cosas o poquitos de comida, no porque los necesite sino porque es su forma de darme cariño, puede ser. Tal vez la muchacha de Bienes Raíces que me ayudó a conseguir el apartamento a muy buen precio, en caso contrario no hubiera podido rentarlo.

Tal vez Mario, el encargado de la contratación de personal de la empresa en donde trabajo, que me ayudó con mi solicitud y me recomendó para el puesto con una buena calificación. Ese debe ser, o el hombre que me devolvió la billetera cuando la semana pasada la perdí en el parque mientras iba a pagar la renta. ¿El señor del parqueo de abajo que me avisó que el candado de mi bicicleta había quedado abierto y fui a cerrarlo?

No, creo que no he podido dar con el Ángel especial que Dios me envió, porque todas estas personas han hecho cosas asombrosas por mí, pero muchas de ellas solo lo han hecho una vez, y el guardián enviado seguramente tendría una gran misión. El insomnio pasó y Luca se quedó dormido mientras se repetía: “no puede ser ninguno de estos, porque cada uno de ellos aunque han hecho cosas sobresalientes, no han hecho muchas”.

Ahora en pijamas y bajo las sábanas, Lucas volvió a escuchar la voz que le hablaba en su cabeza:

“Luca, mi querido Luca. Nunca he hecho las cosas a medias o de manera mediocre, porque yo soy el Grande entre los Grandes. No te puse un ángel en el camino, he puesto para vos una legión de guardianes, de un número que jamás podrás determinar, porque yo soy el Señor de los Señores.
Todos los de tu lista han trabajado para mí en determinados momentos, así como el señor que frenó el carro la semana pasada para que tu bicicleta pasara sin riesgo, o el mecánico que decidió que el bus que te encontraría en la esquina, no debería salir del taller por tener problemas en los frenos. También el señor del ascensor que llamó para que lo repararan y que así no tuvieras un accidente cuando llegaras a casa.
Para mi han trabajado la señora de la cafetería de la empresa, para que lo que comás sea limpio y sano y no te enfermés, las aves del parque que te cantan mientras pasás y el viento fresco que te acaricia en las mañanas.
Luca, mi querido Luca, no te di un ángel, legiones de ellos trabajan por ti.
Duerme en paz mi amado, mañana todos estarán despiertos cuando te levantés.
Adiós, Dios”.

¿Ya hiciste tu lista?, Vinny






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