Crema y Nata


Crema y Nata
Vinicio Jarquin, 23/10/2017
Antonio, cuyo nombre inventé para proteger su identidad, fue invitado a un paseo en yate, cuya cuota era bastante elevada.
Se sintió muy bien por haber sido incluido en lo que consideraba que podría ser un grupo selecto.
Primero pensó que habían reconocido su clase, pero luego tomó conciencia de lo que pasaba por su mente y aún así se sentía feliz, porque aunque no se consideraba de la Clase Alta, le gustaba que alguien pensara que lo era.
Más tarde, en un porrazo de realidad concluyó que tal vez no era por clase, sino por su condición económica, y aunque no era rico, ahí estaría la Crema y Nata del país.
Finalmente, en un último encuentro con la realidad, y tal vez matando un par de neuronas, se dio cuenta que la verdad no importaba, porque de todos modos era un monto que no solo no quería pagar, sino que no podía.
Cuando esta historia llegó a mis manos me hizo recordar que algo parecido una vez me sucedió.
Tenía veinte años de ser amigo de una Fulanita, que no quiero poner su nombre, ni uno falso, porque no lo merece.
Yo ya había pasado los 40 años de edad, y ella se acercaba rápidamente a las cuatro décadas. Un día me llamó para decirme que ya no podíamos ser amigos, porque se había dado cuenta que yo no era de la Alta Sociedad de Costa Rica.
Lo más interesante es que yo nunca supe que hubiera tal clase, y mucho menos imaginaba que por dos décadas ella me hubiera considerado.
¿Cuál es la clase alta tica?, pensé. ¿Los intelectuales, los millonarios, los famosos, los de cuna de oro? En todo caso, cualesquiera que fueran, yo estaba muy por debajo de los estándares que alguno de ellos hubiera escrito. ¡Cómo se le ocurrió!
Tiempo después me di cuenta que era una clasificación en la que -mataba- por estar. Literalmente -mataba- porque sus palabras o su forma de relacionarse con los que ella consideraba que tenían menos, eran dagas o cuchillas a la yugular.
En todo caso, lo logró. Dejó su espiritualmente paupérrima vida y por matrimonio se convirtió en una -nueva rica-. Una de esas mujeres de zapatos de cientos de dólares y carteras de miles, que se codea con “lo mejor”, de personas del mundo financiero internacional.
Y, mientras es sostenida socialmente, se dedica a “vivir” la vida en su muy escasa riqueza de espíritu.
¿Crema y Nata?, ¿Clase alta?, ¿a quién carajos se le ocurrió eso?
Aunque, es probable que exista y yo no la conozca. Lo cual reafirma mi punto de que ahí no pertenezco.
Meses después supe quién había sido el chismoso que le contó que a mi nadie me conocía en la Clase Alta. No puedo explicarles la clase de imbecil que es. Me costó dejar de reírme, y agradecí estar fuera del grupo de esos seudo-etiquetados.
Punto.

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