Vinny en la escuela - IV

Parte IV - "El martes de la primera semana"


Es el segundo día de escuela, ya vamos en camino Mima y yo, luego de dejar a Norman en el kínder, y voy pensando en cómo será el día de hoy. ¿Qué llegaré a vivir?, ¿cómo pasaré el día?, ¿sobreviviré a lo que me espera?

Yo mismo solté una pequeña sonrisa por esa última pregunta tan dramática, que parece haber sido escrita por un adulto y no por un niño como yo, que no cree que en la escuela se tenga que sobrevivir, sino sólo aprender y disfrutar, no necesariamente en ese orden. Pero la verdad es que todos los que estamos en la escuela, y supongo que los que ya la han superado, sabemos que contrario a lo que digan, se debe sobrevivir.

Las materias suelen ser complicadas, todas con conocimientos nuevos. Los exámenes diseñados para evaluar lo que sabemos, y nos obligan a saberlo. Las maestras y maestros que muchas veces traen a la clase sus propios problemas personales, sus angustias, sus frustraciones, sus cargas o sus complejos; o bien se llenan de más problemas al entrar a la escuela que no siempre les paga lo suficiente para lo que se espera de ellos.

Los coordinadores encargados de llevarnos por un buen camino, un aprendizaje suave, fácil y de buenos resultados, y que intentan enseñarnos cómo es la vida que nos espera y cómo debemos comportarnos. Sin embargo nunca toman en cuenta que sus vidas son muy diferentes a la mía, o bien podría llegar a ser tan distante como está la luna del sol. Muchos de ellos viviendo existencias miserables, proclamando la mejor manera de "surfear" la vida. Claro que también existen los educadores y los profesionales que con mucho amor, dedicación y preparación, nos ayudan a salir adelante.

Supongo que la mayoría de estas personas están en la mejor disposición de llevarnos por el buen camino, pero hoy estoy hablando de sobrevivir por mi mismo, y por eso enfatizo todo este aspecto.

Seguimos con la directora. En este caso parece ser una mujer madura, educada y preparada. Y aunque puede ser todo lo contrario, todavía no la conozco bien y es mejor esperar a ver "qué tal".


Para terminar, nos encontramos a los "bullers". Esos despreciables individuos que usualmente son más fuertes que yo, que tienen habilidades para bromear y humillar, que exigen lo que quieren, lográndolo casi siempre.


Es fácil hacerse un perfil de ellos, suelen ser como el tal Eduardo que se sienta cerca de mi, aunque Carlos no tanto. No creo que estos sean de los "bullers" que causan agresiones físicas, sí son de esos de los que hay que cuidarse por su comportamiento.


Pensando en todo esto, y en el futuro, supongo que los días o el tiempo de escuela se podrían convertir en la peor parte de mi vida, o yo podría hacer que fuera el mejor momento.


Sólo me queda este año y el próximo, para dejar atrás todo esto y ser un estudiante de secundaria. Y tomando en cuenta lo que pienso del kinder, que es muy distinto a lo que pensaba cuando estaba, cabe la posibilidad que una vez que pase este periodo, llegue a extrañar los juegos y los recreos, para pasar a momentos de mayor responsabilidad. Y así debe ser la vida, nos quejamos del nivel en el que estamos, para luego extrañarlo.

Tal vez debería hacer un esfuerzo para recordar todo lo que estoy viviendo, y anotarlo en estas páginas. En el futuro me apoyaré en estos relatos para saber cómo debo ser o cómo no debo serlo. Y finalmente "quien quita", como diría mi abuelita, llegue a hacer una novela que muchos quieran leer.

¡Mi abuelita!, ¡Mis abuelitas!, debería dedicarles algunas líneas para que sirvan para la posteridad.

Será hoy cuando conozca al mejor amigo o amiga que me acompañará por mucho tiempo en mi vida?, o tal vez podré llegar a conocer a quién se convertirá en mi amor, ya sea por siempre o por un rato. Ya veremos qué pasa hoy, estoy ansioso.


Las luces verdes de los semáforos están en nuestra contra y creo que llegaré tarde, sin embargo lo haré en paz porque aunque mi mamá es, literalmente, un conductor de carreras; no puede hacer mucho en contra de estas presas. Lo que si agradezco es que no vaya gritando o molestándose, porque no es su costumbre, así yo podré dar rienda suelta a mis pensamientos, anhelos, apreciaciones y expectativas de cómo llegará a ser el día de hoy.

Todo va tranquilo. Llegamos a la esquina de la escuela, doblamos a la izquierda y estamos a unos 50 metros. Son las 7:35 de la mañana, la campana o sirena ya debe haber anunciado el inicio de la clase. Desde 25 metros antes puedo ver a Mayela de pie en la acera, como esperando para un juicio militar. Llegamos.

Me bajé corriendo y pasé a su lado sin contacto visual alguno. Mi mamá le sonrió como disculpándose por la hora, pero “la muralla” escolar no devolvió el gesto, en modo de regaño.

Corrí el medio pasillo hasta el patio central, doblé a la izquierda y corrí el otro medio pasillo hasta pegar con las gradas y doblar a la derecha rumbo a mi clase. Bajé el paso porque no quería llegar jadeando y porque sea como sea, el momento de llegar sería cuando llegue, no antes ni después.

La puerta estaba cerrada. Toqué suavemente y la abrí. La profesora estaba ordenando sus papeles. ¿Qué tanto hará con esas hojas?, ¿es que no se sabe la materia?, pues que se compre un iPad. Cerré suavecito, pero no lo suficiente como para que no se dieran cuenta de mi llegada. La niña dio un –buenos días-, una sonrisa de cada una de las chicas, ignorado por el resto, principalmente por Julián que otra vez estaba sumergido en su bulto de tela a cuadros, y un par de sonrisas de burla de Carlos y Eduardo.

“Este par podrían llegar a hacerme la vida complicada”, pensé. Tal vez sea un poco paranoide, pero también pueda ser que desde ya esté cuidándome de ellos y de las actuaciones de los pesados, matones o “bullers”, que siempre hay; aunque es solo una valoración infundada, y no sé si tengo razón.

Cada uno estaba en la silla en donde se habían sentado. Mientras analizaba cual pupitre escoger hoy, escuché a la profesora que decía: “mantendrán los mismos escritorios de ayer”. Ni modo, segundo bloque, tercera fila, al lado de pasillo. Aunque eso tenía una ventaja, pasaría junto al “verde” (estudioso) que estaba en la segunda fila; ojalá que haya decidido usar una colonia como la de ayer.

Ciertamente fui el último en llegar. Todos los chicos de ayer estaban sentados en sus puestos, ordenando sus “chunches” y listos para lo que será el repaso de Matemáticas, lo que me ilusionaba porque es una materia que siempre me ha gustado. La pereza será mañana que tengamos Estudios Sociales, aunque supongo que tendré que tomarle el gusto, al rato cuando sea adulto llegue a necesitar esos conocimientos geográficos para viajar por el mundo, nunca se sabe.

Además de los compañeros de ayer, había dos chicos nuevos. Humberto que se sentó al lado de Francesca, en el segundo escritorio de la primera fila del segundo bloque; Jeff a la derecha de Julián, y Alejandro a la izquierda.

Minutos después de sentarme y sin empezar todavía la clase, llegó la directora de la escuela para presentarse y conocer a los niños nuevos.

Cada uno de nosotros se puso de pie y dijo su nombre. Ella habló un poco de la disciplina de la institución y de lo que se espera de nosotros. Todo un discurso preparado, que no decía mucho. Parece ser una mujer educada y simpática, que en su condición de extranjera utiliza una rara pronunciación del español. No recuerdo el apellido, pero anoté el nombre en el cuaderno porque es no es fácil recordarlo: “Nevine”. Una rubia hermosa, con una edad difícil de calcular, que usaba un vestido tipo pañuelo, caído al espacio; flojo, color perla. Con sandalia en color café y abalorios, de cabello suelto y con un fajón en cuero claro. 

Parece ser educada y capaz, muy diferente a la impresión que sentí ayer, cuando me vio a través de la ventana. Esta debe ser una lección extra-curricular, aprendida en la vida. Tal vez no debí haberla juzgado desde el principio, como tampoco debería hacerlo hoy, hasta ver cómo me va con ella el resto del año, o de estos años que espero estar en la escuela.

También pienso en la importancia de hacer buenas relaciones con mis compañeros. Estos chicos y chicas serán con quienes termine la escuela, con quienes me graduaré, a quienes recordaré por siempre. Y dentro de 22 años estaremos celebrando los "20 años de haber salido", cosa que me tiene sin cuidado, pero que me ayuda a pensar en las valoraciones y relaciones que pueda llegar a armar con cada uno o con todos.

Ojalá todas las personas pudieran pensar, cuando están en la escuela; en lo importante de armar esas relaciones para el resto de la vida, aunque puede ser que lo hagan, y luego se les olvide, como perfectamente podría pasarme a mi.

Es un buen momento, ya que sonrío por mis recuerdos, de traer a mi memoria los momentos vividos con Mauricio Quirós y con Marco Garrido, en momentos distintos de la vida, sin que ellos se conozcan entre sí. Dos de esas personas que agradezco haber conocido en mis años escolares, y que ciertamente no formarán parte de este diario, porque han quedado atrás. Nuestros caminos se desviaron, dejando un gran y puro amor. ¡Gracias muchachos!

Doña Nevine se despidió y se fue. No sé qué más dijo. Su vestido y movimientos al hablar me tenían encantado, pero aún así no pude dejar de divagar con lo anotado en el párrafo anterior, y aunque seguramente ella cree que sus palabras calaron profundo en mi y en el comportamiento que tendré durante el año, no puede estar más equivocada. Francamente nada me interesó en ese entonces, aunque ahora lamento no recordarlo para mi diario, y posiblemente en algunas décadas "mataría" por recordar esas palabras, que tal vez serían una guía formidable. Pero qué se le va a hacer, yo soy un niño de quinto grado en la primera década de mi vida, y ella debe andar por la quinta.

Lo que más lamento de la despedida de la Directora, es que ahora quedamos en manos de la niña Ana. Parece ser amable y podría ser que llegue a ser agradable si se esfuerza. De momento no ha probado estar muy bien preparada para dar la clase y se puede notar que algo trae "entre pecho y espalda", que la hace mantener distancia, o perderse en sus pensamientos, en el vacío del fondo de la clase.

Es un tanto aburrida y sus explicaciones no se graban en mi memoria, creo que si seguimos así tendré que estudiar mucho más de lo que esperaba, o bien no hacerlo y pasar raspando. Ya veré que decisión tomaré en su momento o que me propone la vida como tal.

Es martes. Saqué mi cuaderno de matemáticas para la clase de repaso en esta primera semana. Vimos operaciones que son simples, hicimos algunos ejercicios casi tontos y desperdiciamos mucho tiempo. Así, poco a poco se pasaron las dos lecciones y sonó el timbre que suele intentar decir: "chicos, es hora del descanso, no corran y no griten", pero que yo interpretaba como un: "recreo, corramos".

No fui el primero en salir, aunque ciertamente quería serlo, y tampoco recuerdo el orden en que cada uno fue abandonando la clase de matemáticas para llegar de primero a la soda y luego quedarse por ahí. Al salir de la clase estaban Quecha y Paola junto a la puerta. Me estaban esperando para ir conmigo a comprarnos algo, y tal vez tenían ganas de conocerme.

Junto a ellas caminé y hablamos de donde vivía cada uno y esas cosillas que no tienen importancia. Lastimosamente no vivimos cerca, así que nuestra relación se limitará sólo a la escuela, o cuando alguno tenga una fiesta, porque no tengo problemas para llegar, alguien me llevaría.

En la soda no fue lo que llamaríamos "un día de compras", por el dineral que yo llevaba me alcanzó perfectamente para unas picaritas "a boca seca". No recuerdo que compraron ellas, y anduvimos caminando por ahí un rato más, hasta que sonó la campana para volver a la clase, al repaso de Español.

Hablamos un poco de "el cuento" y de "la novela", que fue el momento en que decidí hacer todo este relato con los pocos conocimientos literarios que tenía en ese momento. Estaba seguro que muchos recursos nuevos me llegarían en los próximos meses o años, y será entonces cuando valoraré tener todo esto anotado, para hacer un trabajo que valga la pena ser leído, y "quien quita" alguien pague por leerlo, pero esos son los sueños de este niño despeinado, cuyo cabello engominado había colapsado minutos antes del campanazo de salida.

Cuadernos y útiles guardados, salía de la clase en medio de escritorios desacomodados y sillas por doquier, y no necesariamente frente a la mirada de una maestra, que ya otra vez estaba inmersa en sus pensamientos y tal vez problemas, y no se fijaba en cómo estábamos dejando la clase.

Caminé despacio por el pasillo hasta llegar a la ventana de la directora. Hoy sería diferente, hoy la vería distinto luego de haberla conocido, y esperaba que no me intimidara; pero no estaba.

La oficina permanecía a oscuras, no se veía para allá del marquiset. Al doblar la otra esquina vi su puerta cerrada, el portón abierto, y a Mayela firme en el último escalón que me separaba de la escuela y mi mamá.

Caminé erguido, pasé a su lado altivo y "arrogante", me subí al carro de Mima y nos fuimos a recorrer las calles de Dios, pero esa es otra historia que contaré después.

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