Diario de viaje - Serenata en el Báltico
30
de junio 2012 – San Petersburgo, Rusia
Seguimos
"parqueados" en San Petersburgo, antes conocido como Leningrado,
frente a las costas rusas, en el Golfo de Finlandia, entre Finlandia y Estonia.
Es
el segundo día en esta ciudad, y esperamos hoy hacer los tours: "El Gran
Palacio de Pedro el Grande"; "El Palacio de Yusupov" y
"Crucero en el Canal".
Hoy
fuimos a visitar el Palacio de Verano del Zar Pedro el Grande. Era como haber
sido invitado a su casa, a verla, a conocerla; a recorrer sus jardines y
apreciar la majestuosidad de un lugar al que “hemos sido invitados”; pero
llegando unos cuatro siglos tarde.
Ayer
entramos dos veces y hoy lo haremos otras dos. De alguna forma se podría decir
que amabilidad de los rusos que nos permiten hacerlo sin tener la visa para tal
efecto, pero esto ya lo sabíamos, ya había sido acordado entre la naviera y las
autoridades del país.
Qué
complicado es entender todo aquí, con un alfabeto cirílico con el que escriben
todos los rótulos publicitarios y de las calles; como estar tratando de
comparar unos dibujitos con otros, imposible para nosotros, al menos con el
poco tiempo que tendremos para disfrutar de esta ciudad, en este mundo distante
y diferente.
Esta
tarde, en el barco, realmente me sentí lejos de casa. Un tripulante del barco
nos pregunto nuestra nacionalidad, al decirle puso cara de “dónde putas quedará
eso?”; le pregunté si sabía dónde estábamos y dijo: “sí, allá por Estados
Unidos”, jueee, verdaderamente estamos lejos de casa. Si a vos en Costa Rica te
pregunta que tan cerca está Panamá decís que muy largo; pero si en Canadá te
preguntan qué tan cerca queda Costa Rica y Panamá, vos decís que justo al lado.
La distancia es relativa dependiendo de donde estés. Para que alguien responda
eso con respecto a nuestro país, es porque verdaderamente estamos en “el culo
del mundo”.
Esta
tarde, antes de conocer el Palacio de Yusupov hicimos un tour por los canales
que unen las diferentes islas que componen el archipiélago de San Petersburgo.
Sucedió algo muy gracioso.
Cuando
salimos del lugarcillo en donde estaba “amarrado” el bote, había un muchachito
de unos 14 años que nos dio la despedida con la mano. OK, le dijimos adiós y
partimos.
Estos
canales son muy parecidos a las de otras ciudades de esta zona de Europa, son
como los canales que se ven en Venecia o los que se ven en la parte italiana en
Las Vegas.
Cuando
pasamos bajo el primer puente, el niño estaba saludando desde ahí. Todos nos
reímos al ver que había corrido por la calle para esperar a que pasáramos. Fue gracioso,
nos pareció que era amable (o loco); pero lo vimos nuevamente en el puente
tres, y en el cuatro, y en todos los demás, cada vez más cansado, cada vez más
sudado. Cada vez llegaba más retrasado; pero siempre lo logro.
Pues
de algo hay que vivir. Al terminar el recorrido, calculo que durante unos cinco
kilómetros, ahí estaba. Muy sudado, muy cansado y con la mano extendida para
recibir las donaciones de quienes íbamos en el bote. Calculo que recogió unos
USD$100.
No
creo que tenga fuerza para hacer este recorrido más de dos veces diarias; pero
suponiendo que lo hiciera este par de veces, es muchachito recoge unos cien mil
colones diarios, alrededor de tres millones de colones al mes. Ya saben,
aquellos que puedan correr cinco kilómetros, dos veces diarias, a la misma
velocidad del botecito, puede optar por irse a vivir a alguna ratonera
sanpetersburguense y recoger unos seis mil dólares al mes. No está nada mal.
En
el Palacio de Yusupuov escuchamos y aprendimos acerca de la historia que
encierra el “despiche” entre los zares y Yusupov y por qué y cómo mataron a
Rasputín. (Busque la historia en Google)
Le
pregunté a la guía del tour si era cierto que Rasputín era gay, me dijo que no,
muy enfática y esquiva. -Ah!, le pregunté, -entonces Google miente. Me miró
fijamente y me dijo: “bueno!, a todo le hacía, con hombre y con mujeres”. OK,
le dije (obviamente en inglés); pero agregué: “perra”. Ufff... otra oportunidad
que se me va, como me hubiera gustado saber cómo se dice “perra en ruso”.
Desde
hace algunas noches tengo ganas de que vayamos al casino, y hoy lo hicimos. Me
dispuse a gastar unos $10 máximo. Si los
perdía era entretenido, si ganaba me retiraría cuando llevara una utilidad del
50%. OK, jugué en las maquinitas; perdía y ganaba, hasta que de un momento a
otro, cuando solo me quedaban unas pocas monedillas de veinticinco centavos, la
máquina quiso entusiasmarme para que siguiera jugando, gané, me dio no sé
cuando hasta que mi capital llegó a $16.50. Perfecto, ciertamente había pasado
del 50% de ganancia. Nos fuimos con el botín, je je.
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