Año Nuevo 2017

Año Nuevo 2017


Vinicio Jarquín C., 28 de diciembre de 2016


Finalmente a las puertas de un nuevo año, ¡Qué ilusión!, porque aunque la vida continúe y no suelo hacerme promesas para los meses que vendrán, tradicionalmente me llega una sensibilidad particular en la noche de Año Viejo, que en mi caso es tal vez un comportamiento aprendido porque recuerdo como papá lloraba esta noche, y sigo sin saber por qué. 


Pero sí es importante hacer un alto en el camino, aunque sea de pocos minutos, para revisar lo que hicimos bien y deberíamos repetir o mejorar, así como aquellas cosas que no fueron tan buenas y podríamos corregirlas y mejorarlas; y no porque sea una promesa de Año Nuevo, sino para seguir siendo seres humanos en evolución, en vías de ser mejores cada día, para nosotros mismos y como un compromiso con aquellos que por su gusto están a nuestro lado o en nuestro camino por la vida. 


No quiere decir que el primero de enero amanezcamos como Seres de Luz, limpiemos nuestra lista de amigos de Facebook o dejemos de lado esos (pequeños) vicios o prácticas placenteras, sino tomar conciencia de lo que somos y cómo queremos llegar a ser, así como nuestra misión en la vida; y en mi caso particular se trata de qué tanto quiero brillar, cómo puedo ser la chispa que encienda a otros para que brillen por ellos mismos, y de qué manera ser un faro que pueda, eventualmente, alumbrar el arribo a puerto de pequeñas e imperfectas embarcaciones; así como no perder la sensibilidad de percibir todas y cada una de las pinceladas que Dios da en la acuarela de mi vida. 


Ante eso tengo que decir que el 2016 marcó dos momentos realmente sobresalientes en mi vida. El primero de ellos fue en enero, estando en Tasmania, en donde mientras jugaba con los canguros pensaba que había un antes y un después luego de eso, aunque parezca un poco materialista, sin embargo no pasaría mucho tiempo antes de tener otro momento de pensar cuando en octubre, mientras navegaba por el Río Nilo, en la terraza de un gran crucero entre Luxor y Aswan, me detuve a pensar lo que quería ser y hacer, cuál debería ser mi propósito y para qué estoy en este mundo, así como de qué manera podría dejar huella, y hoy en día se ha convertido en una meta o en un proceso que disfruto mucho y que espero que sirva para marcar a aquellos que puedan recordarme.  


Muchas cosas no tan buenas pasaron en estos doce meses, tristezas a nivel nacional, familiares o personales; pero no las quiero enumerar para no traer angustias superadas, por lo tanto sí me gustaría hacer un recuento positivo para revivir grandes momentos. 


En Egipto fui "coronado" como un -principe de tierras lejanas- en esas tierras arenosas, cuando en varias oportunidades fui detenido en las calles, solicitando tomarse fotos conmigo, porque algo en mi que desconozco, llamaba mucho su atención. Visité -el Jardín Secreto De Dios- en Nueva Zelandia, rompí varios de mis récords en el planeta, estuve en la cueva en dónde se resguardó la Sagrada Familia en El Cairo y volé en globo sobre Capadocia, en la parte asiática de Turquía, sobre "casas" construidas unos cinco mil años antes de Jesucristo; toqué la piedra en Ayers Rock, vi la Cruz del Sur y la Vía Láctea en el desierto Australiano y monté en camello en el desierto del Sahara; hice snorkeling y anduve en un submarino en la Gran Barrera de Coral, vi y olí los géiseres de Rotorua, estuve en la tumba de al menos cinco faraones incluyendo la de Tutankamón, y aproveché para tomar fotos a su momia, y estuve de pie dentro de varios templos de los dioses del antiguo Egipto, navegué por el estrecho del Bósforo, estuve al timón de un velero en la bahía de Auckland, tomé un tren equivocado en Europa y terminé en Asia, haciéndome sentir como un viajero del mundo; me hice un baño turco en Estambul, recorrí Roma en un Segway, conocí Toledo en España, me vio pasar la Puerta de Alcalá, estuve en Positano en Italia, vi pingüinos en Melbourne, estuve en El Barbero de Sevilla en "The Opera House" en Sídney, toqué un Koala y conocí al Demonio de Tasmania; navegué por los fiordos de Milford Sound, cené en una casa local de nativos neozelandeses; oré en mezquitas y medité dentro de las pirámides de Egipto mientras sentía como una luz azul entraba a mi cuerpo de los pies hacia arriba y conocí el lugar en donde la Princesa encontró a Moisés en la canasta que nos cuentan desde siempre. 


En estos doce meses he puesto en práctica muchas de las herramientas aprendidas en Insight I y II, me certifiqué en el Programa Neurolingüístico; aunque no era mi primer libro publiqué en Amazon el primer diario de viaje, a pesar de que en otros años he conocido más países, en este visité los cinco continentes habitados de la tierra y aprendí en el mundo árabe nuevas formas de orar o de comunicarme con Dios, sin salirme ni un ápice de mis prácticas cristianas, solo en la manera y devoción. 


Conviviendo con culturas lejanas, con los musulmanes y con los aborígenes australianos, aprendí que conforme más aprendo sé menos, y que muchas cosas verdaderamente importantes se esconden detrás de prácticas que antes consideré banales, y que hoy pueden significar tradiciones o creencias importantes, así como que la zona del mundo en la que vivo, no tiene la verdad absoluta. 


En este año he reconocido que mis actividades en materia de arte se han superado; he tomado mejores fotos, algunas de concurso; pinté maravillosas acuarelas que muchos quisieran tener, y algunas de ellas las doné para causas benéficas; y he escrito cientos de páginas que son dignas de ser leídas, y han inspirado a muchos según me lo hicieron saber; por lo tanto y aunque pueda ser importante solo para mi, es mi recuento y son detalles que me permiten cerrar el año sintiéndome orgulloso. 


Aunque todos mis años han sido buenos, y eso que llevo contabilizados un gran número, este fue uno hermoso y significativo. Trataré de poner en práctica todo lo aprendido y a mantenerme abierto ante nuevas prácticas y conocimientos. Y aunque no sé por qué o para qué, me acordaré de mi papá el 31 a las 12, cuando derrame una lágrima, porque así lo aprendí, y además recordaré que cuando se murió dejó inconcluso un proyecto social muy importante, y que con mis recursos y la bendición de Dios lo llevé a final término en este último mes, luego de trece años. 


Se acaba el año y me mantengo firme en que aunque mi papá tenía grandes defectos, me dejaré sus buenas costumbres y lo mejor de él, y seguiré siendo lo que mi mamá espera de mí. 


Soy Vinicio Jarquín a las puertas del 2017, ¿Lo caminás conmigo?




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