Paz durante la tormenta


Paz durante la tormenta


Vinicio Jarquín C.
4 de diciembre de 2019
Hospital Blanco Cervantes


Los últimos meses han sido difíciles para nosotros como familia, primero mi mamá empezó con un dolor en las piernas, seguido por un padecimiento de mi hermano, que terminó con su partida al cielo, acompañado por mi abuelita tres semanas después. Mientras que los dolores de piernas continuaban sin dar tregua nosotros pasábamos el proceso normal de dos penas de luto.
Sacando recursos financieros de donde no siempre era fácil o sencillo, empezamos a visitar médicos privados y especialistas que sugerían tratamientos u operaciones de altísimo costo, y la solución no parecía estar llegando ni pronta a aparecer.
Fuimos a la Clínica de Pavas por vivir en Rohrmoser, para revisiones generales de mi mamá, dándonos cuenta del excelente servicio, o a lo que nosotros nos parecía el gran servicio o atención de la clínica de nuestra zona.
Estando ahí y como los médicos resolvieron que el problema era un desgaste severo de cadera, nos remitieron al Hospital Blanco Cervantes, no tan cerca y muy desconocido para nosotros.
Llegamos al hospital un poco preocupados, ciertamente con actuar tímido ante lo nuevo, y con la esperanza de poder recibir un servicio al menos similar al de la clínica de Pavas. Fuimos sorprendidos.
Desde el primer día y desde la primera persona que nos atendió nos hizo sentir importantes, y más que eso, hizo que mi mamá sintiera que su padecimiento era importante para ellos, que estaban comprometidos con eliminar su dolor, con ayudarle a tener una mejor vida y con estar pendientes de ella.
Todos los días que tuvimos citas de revisión, con uno o con otro médico, fuimos atendidos antes de la hora acordada, las medicinas entregadas a tiempo, y el personal sonríe y está pendiente de un servicio de primer mundo, con letreros en las paredes, para ser leídos por el personal, que dicen: “Aquí todos los pacientes son ciudadanos de oro”, y parece que han hecho de esa frase su lema, su propósito y lo que los motiva para trabajar de la manera en como lo hacen. El personal sonríe a nuestro paso, dan los buenos días y ponen atención a cada una de nuestras consultas.
Luego de varias citas los especialistas en geriatría decidieron que mi mamá era candidata para entrar al programa de rehabilitación que ellos llaman “Hospital de Día”, y luego de las entrevistas con la terapeuta física, la terapeuta ocupacional, la terapeuta de lenguaje y la trabajadora social, fue aceptada en el programa que incluye dos visitas semanales durante dos meses.
Ya estamos muy pronto a terminar la incorporación en el programa, y estamos tristes por eso. Fueron momentos hermosos para los dos. Para mí porque siempre la dejé contenta y la veía feliz cada vez que íbamos para allá, y para ella porque verdaderamente le ha ayuda física, social y emocionalmente, porque lo ha disfrutado, porque ha conocido personas agradables entre sus compañeros de terapia y porque se ha sentido persona importante con todos los que han tenido que ver con ella, y con los demás.
Hoy ya no estamos tímidos ante lo que nos sucede en temas de salud, ni perdidos en cuanto a las soluciones o preocupados por el altísimo monto financiero que resolvería el tema de salud, porque hoy nos hemos visto “cara a cara” con el  Blanco Cervantes y su personal, y esto nos hace sonreír y agradecer a Dios por cada uno de ellos y por la iniciativa de la Caja del Seguro Social, de tener este hospital para adultos mayores.
Sólo una visita nos separa de salir del programa de Hospital de Día, y eso nos entristece un poco, pero queremos hacer una lista de las bendiciones recibidas y de los momentos felices, y no de la sensación de separación que ahora tenemos. Y estamos seguros que el camino que todavía nos falta, en citas y finalmente con la cirugía, será tan agradable como cada vez que tenemos que ir al hospital.
Como detalles tengo que mencionar que aunque hay sectores a los que el público no debería entrar, no hay nadie mal encarado que te detenga, alguien adentro te explica el procedimiento e indica dónde poder esperar. Se puede parquear a la entrada mientras se baja el adulto mayor y nadie parece estar a la defensiva, con aires de superioridad o complejo de autoridad.
La verdad es que como “usuario” no puedo estar más agradecido, y como escritor me cuesta encontrar las palabras para describir lo que se vive estando ahí, por dicha hemos ido tantas veces, y siempre salimos contentos y esperanzados.
A todos ellos, chicos sonrientes y preparados, mil gracias. Mil gracias por la atención que le dan a nuestros adultos mayores, y mil gracias porque se preparan día a día para cuando sea yo el que con pasos lentos y mirada baja tenga que cruzar sus puertas. Así, y con ustedes, no da miedo envejecer.


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