El diario del artista

I

Soy un buen acuarelista

 

 

 

15 de noviembre de 2022

Quise empezar este escrito, entrecomillando la palabra artista, porque últimamente siento que puede ser llamado así, aquel con preparación profesional, varias exposiciones individuales y que se cotice a altos precios; pero la verdad es que no siempre debe ser así.

Además, este es mi diario, mis letras, mi papel y mi vida, así como es a mi subconsciente al que alimento, y por lo tanto me llamaré como quiera, si eso me hace sentir mejor y me causa una mejor sensación de logro.

He decidido hacer este diario para ir narrando o narrándome las experiencias vividas en el camino del arte, así como los muchos o pocos aprendizajes que vaya teniendo en esta vida llena de placeres y satisfacciones.

Y es que, algunas veces hago un escrito, hablando de cómo me siento, y no sé dónde publicarlo, y termino guardándolo para mí mismo, incluso sin volver a leerlo; aunque también he puesto algunas cosas en el chat de los compañeros de arte o compartido con artistas cercanos, y no recibe comentarios.

Tal vez sea que, la calidad de mis escritos, no merecen para algunos, ser comentados; pero también puede ser que mientras lo escribía me he salido un poco del mundo artístico, y me dejé llevar por el escritor o por el coach de vida, haciendo un comunicado a mi subconsciente o trabajando en el desarrollo personal, y deja de ser del interés de los artistas en artes plásticas.

Aún así, y aunque sea “El diario del artista” y lo narre como escritor, no me limitaré a incluir temas de desarrollo personal que tengan que ver con el asunto, que me sirvan para mi propio crecimiento, y que además puedan ser entendidos desde otros ámbitos, oficios, profesiones o situaciones diarias, en las que llegue a estar, o que le puedan servir a alguien más, de los que leen mis letras.

Hace unos días, escribí:

Soy un buen acuarelista

 

“Soy un buen acuarelista”, son palabras que me retumban en la cabeza cada vez que estoy acostado y pienso en lo que hoy hice o en lo que quiero hacer mañana, en materia de arte. Así como “soy acuarelista” son palabras que uso algunas veces para presentarme, siempre y cuando no esté hablando con alguno graduado de bellas artes o con una carrera de muchos años, y en ese caso sólo puedo decir: “pinto acuarelas”.

“Soy un buen acuarelista”, palabras que sigo repitiéndome, hasta que llego a sentarme frente al papel, y no tengo claro que quiero hacer, no puedo reconocer bien el nombre y tono de los colores, o estoy junto a un compañero o compañera de arte, que hace unas pinceladas que yo no puedo hacer; y las palabras empiezan a no ser mías o a no corresponderme, sin pensar que yo también puedo hacer pinceladas que algunos de ellos no pueden hacer; pero el consciente está haciendo de las suyas, y poco a poco mina mi seguridad personal.

“Soy un buen acuarelista”, siempre y cuando no esté en la clase, y sienta cuando llega mi profesor de nivel mundial y fijamente ve el papel y lo que estoy haciendo; y aunque podría ser que le guste lo que hago, yo siento que esa mirada es de lástima o de juicio; pero ese es mi yo interno, y ciertamente no es necesariamente lo que está pensando.

Es tan difícil encontrar el balance entre lo que piensa el consciente y el subconsciente, así como la fantasía y la realidad que se debaten en mi cabeza; y he trabajado mucho en eso, sin lograrlo, y aprovechando la actitud de mis compañeros para ver si la seguridad que de algunos de ellos emana, es heredable o la puedo hacer mía, así como la inseguridad que también parecen tener en algunos momentos, a pesar de tener grandes obras todavía húmedas, me sirve de ejemplo para tratar de entender que, no siempre debo sentirme así.

Pareciera que hoy voy a decir cómo resolverlo o cómo lo resolví; pero como muchas veces escribo, esto es sólo una toma de consciencia, de algo en lo que tengo que trabajar internamente.

Tal vez alguna parte de mi se compara con otros, o con muchos, y eso es lo que tengo que apagar. Ese es el switch que debo quitar o la luz de advertencia que no debo dejar que se encienda más, porque no hay nadie con quien podría, con permiso, compararme.

Estoy rodeado de estudiantes de arte y un profesor que es un grandioso acuarelista, y ciertamente no puedo hacer mucho de lo que ellos hacen; pero eso no me da seguridad, porque a ratos pienso que todos ellos podrían hacer, sin problema, lo que yo hago, y nuevamente el valor personal se viene al suelo.

En fin… acepto esto como una toma de consciencia y lo trabajaré, y no sólo en la acuarela, sino en la escritura, en el diseño y en muchas otras áreas en las que he notado que, mi seguridad personal está minada, y más cuando hay personas tan talentosas a mi lado.

¡Ciao chitos!, me voy a pensar en mi seguridad y estabilidad personal, y más específicamente en mi trabajo, en la cantidad que hago, en cuánto hago y cómo lo hago, sin depender de valores externos, que, en la mayoría de los casos, me pueden dejar un sinsabor.

Y luego de todo esto, trataré que mis palabras tengan fuerza cuando salen de mí. Cuando algún compañero/a haga algo que no me gusta, encontraré la forma educada y suave de hacérselo saber, y no para que lo cambie, porque finalmente es sólo mi gusto; sino para que cuando le diga qué me gusta o qué me encanta, esas palabras sean aceptadas con la intensión que llegan; y ojalá ellos hicieran lo mismo conmigo, para poder confiar cuando me dicen que algo me quedó bien.

Tres compromisos me llevo luego de estas líneas, el de revisarme y cambiar eso que me hace sentirme menos que otros, el ser sincero con quienes terminan o trabajan en una obra, y el querer y poder aceptar las críticas constructivas, por más fuertes que sean, para que le den valor a los elogios, que estoy seguro que también pueden llegar.

Este texto escrito, publicación o lloradera, fue una llamada de atención a mi mismo, para tratar de entender qué es lo que siento y por qué me siento así; y aunque lo publiqué y no tuve reacciones, quedó retumbándome en la cabeza, haciendo examen de consciencia, o más bien una introspección que me ayudara a identificar mis debilidades, y que me diera alguna herramienta de cómo superar esa “crisis”; pero la solución o la respuesta no parecía llegar, y yo seguía en ese limbo, y con esa sensación.

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